lunes, 11 de octubre de 2010

MARIO VARGAS LLOSA, PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2010


La noticia sorprendió a todos no por ser imprevista, sino porque ya nos habíamos cansado de esperarla por casi treinta años, desde cuando Gabriel García Márquez ganó el Nobel en 1982. Entonces abrigamos la convicción que el próximo debería ser MVLL; a todos sin exclusión nos pasó por la mente esa lógica mágico realista que, en verdad, no tenía que ser una obligación para los academistas del premio Sueco.
Pero cuando menos lo esperábamos, cuando su representante editorial en la Feria de Francfort pasaba por momentos difíciles, llegó la noticia que conmovió a latinoamérica y España: Por fin Mario Vargas Llosa era Premio Nobel de Literatura.
Nosotros conocimos a este eximio novelista tal como lo hicieron todos los escolares pobres de los años setenta, a través de sus cuentos Los Cachorros, Los Jefes y La ciudad y los perros, publicados en la famosa serie Populibros que impulsó el gobierno de ese entonces. Libros de a sol que se convirtieron en nuestras obras de cabecera.
Junto con MVLL, también conocimos a Ribeyro, Arguedas, Vallejo, Ciro Alegría y otros clásicos peruanos. Nuestra biblioteca engordó con la propina semanal de nuestro padre y cuando desapareció esta promoción, languideció también su crecimiento. Después tuvimos que contentarnos con libros de segunda mano o juntar más dinero para, con mucho esfuerzo, comprar una obra que nos interesaba. Ello, nos puso nuevamente en desventaja con referencia a otros muchachos que sí podían adquirir las nuevas novelas de Mario Vargas Llosa.
Por eso, cuando un amigo editor -José Bonilla Amado-, nos hizo la propuesta de hacer una historieta en base a La guerra del fin del mundo entregándonos un libro para estudiarlo, nos pareció una bendición. Aprovechamos para leerlo tres veces. Además, nos acercamos al contexto de la trama investigando la verdadera historia sucedida a finales del siglo XIX en Brasil y que se conoció como la Guerra de los Canudos. Eso nos dio una ideal cabal de esta magnífica obra, aunque el proyecto de Bonilla Amado nunca se pudo concretar.
Para muchos, entre los que nos incluimos, la Guerra del fin del mundo es su obra cumbre como novelista, no solo por la complejidad de la trama, sino porque en ella descubrimos a un escritor que se despoja del ropaje de contador de vivencias propias o cercanas -sin negar su magistral técnica-, para entrar en los linderos de una ficción germinada en hechos históricos que nunca vivió, pero que los cuenta como si hubiese compartido al lado del santón Antonio Conselheiro, o disfrazándose de un deforme secretario-escritor recogido por esa misericordia mística que siempre nace en medio de las más profundas crisis económicas, políticas y sociales.