UN HIMNO AL AMOR FRATERNAL / Por Alfonso Torres Valdivia


La reciente aparición en las librerías de Tabita y Tabito, cuento finalista del “Primer Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor” no hace sino acrecentar el trabajo de estos escritores, conocidos por ser autores de libros como Fábulas peruanas, Fábulas de Mariano Melgar, Por Dios y por la plata, etc., también citados y antologados en diversos textos escolares y por reconocidos investigadores como Danilo Sánchez Lihon, en Literatura infantil, magia y realidad o José Respaldiza Rojas en su Fabulario.
Tabita y Tabito es un cuento singular donde no hay personajes negativos, como sí abundan en los cuentos infantiles clásicos. La ausencia de este recurso facilista con el que otros escritores arman argumentos de enfrentamientos entre  buenos y  malos, hace que el trabajo de J. y V. Ataucuri García sea sorprendente y avanzado.
Trata de dos hermanitos cuya separación es  presentado como conflicto dentro del cuento,  todos luchan para lograr el reencuentro de este par de zapatos nacidos en una humilde fábrica. Aquí, el amor fraternal es presentado como única opción para ser cada día mejores, dejando de lado el egoísmo y el desaliento en situaciones adversas: “el zapatito continuó recorriendo las avenidas, calles y callejuelas, dispuesto a seguir solo.  A veces tenía ganas de llorar, pero la esperanza de volver a encontrarse con su hermanita lo mantenía firme, decidido a no rendirse” (p 27). La propuesta es interesante, podemos acceder a un mundo libre de contradicciones antagónicas si logramos inculcar el amor fraternal y la solidaridad requisitos indispensables para alcanzar la perfección humana. La historia es sencilla, un par de zapatos que por accidente se separaron. Tabito se perdió y su hermana tuvo que pasar por dos aflicciones: ser relegada a un segundo plano y luego regalada a un ropavejero. En la casa de ese buen señor, Tabita es guardada en un arcón, palabra siniestra  que nos recuerda a una celda de prisión, pero sin embargo allí conoce a sus nuevos amigos: el carrito sin ruedas, el soldado de plástico sin brazos, la pelota desinflada y un gorro. A pesar del problema físico de cada uno de ellos, nadie se queja y todos muestran entusiasmo por el futuro y hasta se consideran afortunados. Así, con la simpleza de ese gesto, ellos harán que la espera por el reencuentro con su hermano sea menos dolorosa. Tabito, mientras tanto, deambula por las calles sufriendo los avatares de un huérfano. Ante tanta adversidad lo único que lo sostiene es la esperanza de encontrar a su hermana. Es así que al final el ropavejero lo encuentra y los vuelve a unir pero esta vez para siempre.
La estrategia narrativa empleada por los hermanos Ataucuri es limpia, desprovista de complejidades, lo que dice mucho del profundo conocimiento que tienen del lenguaje infantil. El lector termina seducido por el narrador; su timbre de voz y su lógica para contar la historia es la de un niño con la sapiencia de un adulto. Esa voz no desentona, a través de un lenguaje elaborado con oraciones cortas y sencillas nos acerca tiernamente al mundo representado y a sus personajes creando un ambiente realista a pesar que la historia es totalmente fantástica. Este es uno de los mejores logros de los hermanos Ataucuri y, evidentemente, del cuento. No es de extrañar que ellos hayan escogido como tema el amor fraternal, ya que son gemelos y practican la colaboración y el respeto, “…se complementan en el arte literario”, como dijo el periodista José María “Chema” Salcedo en una entrevista que les hizo en su programa televisivo Fulanos y menganos hace unos años.
El acertado valor estético del cuento depende en gran medida de la forma como se nos ha presentado la solidaridad y la simpleza de cada uno de los personajes. En un mundo donde se empuja al hombre hacia la competencia deshumana, donde sólo puede sobrevivir el más agresivo, este cuento, un himno al amor fraternal, es una piedra de diamante en medio de una ruma de carbón donde se enseñorean, vestidos con los colores más siniestros de la escala cromática: el egoísmo, la deslealtad y la envidia .
 La propuesta inicial de los hermanos Ataucuri se reitera al final y le agregan algo más, ser útil a los demás en forma desinteresada: “Así, estos compañeros buenos y entrañables envejecieron felices en los pies del hijo del ropavejero . Y es que Tabita y Tabito siempre lucharon por demostrar que su felicidad se basa en el cariño mutuo y sincero que se tienen como hermanitos inseparables” (p 45), la solidaridad y el deseo de ser útil a los demás sin esperar nada a cambio es otra opción para mejorar un mundo violento y lleno de intereses subalternos. Si nos unimos y dejamos de lado esa capa de egoísmo en la cual estamos envueltos podríamos evitar no sólo muchas decepciones sino encontrar el verdadero sentido a nuestras vidas.
El final feliz, tan vapuleado en estos tiempos, representa la visión limpia e inocente del infante; incluso, tan buena es la técnica que el lector adulto también termina atrapado y convertido en el niño de seis años que aún lleva muy dentro de sí. Un final tan feliz y cándido que se contrapone a lo que usualmente hacen los autores en otras obras que le conocemos, como por ejemplo Fábulas peruanas donde denotan un profundo sentido crítico que linda con el compromiso ideológico.
Como toda buena obra literaria que se precie, este cuento convoca a varias lecturas posibles, pero lo provechoso es que todas ellas comprometen al lector y lo sumergen en un mundo que aparentemente ya no le pertenece, y sin embargo muy en el fondo nunca dejó de ser suyo.

(Escritor y Profesor de Literatura)
(Revista Qlisgen, Lima Perú)