Es una historia para primeros lectores, que narra las peripecias de dos hermanos gemelos nacidos en una humilde fábrica de zapatos. Ambos son vistosos y alegres; a simple vista lo único que los diferencia es que uno calza el pie derecho y el otro, el izquierdo. Aunque, mejor mirados, advertiremos un rasgo opuesto de personalidad que provocará el conflicto. Los zapatos son adquiridos por el padre de Fabricio y, desde entonces, el niño va a la escuela con Tabitan y Tabito relucientes.
Una tarde, despué s de una noche de lluvia, Fabricio se saca los zapatos para c h a p o t e a r en el agua. Cuando termina, va en b u s c a d e sus zapatos… Encuentra a Tabita pero no a Tabito, cuyo espíritu aventurero lo ha llevado a perderse por los alrededores. En adelante, Tabita es confinada al fondo del clóset, mientras Tabito se convierte en vagabundo.
En una de esas despiadadas limpiezas que se acostumbran en muchas casas, la mamá de Fabricio entrega la solitaria Tabita a un ropavejero, quien la guarda con la esperanza de hallar a su otro par, sin tener la menor idea de que muy lejos de ahí, corriendo riesgos, el inquieto Tabito busca a su dueño. Algo apresurado este pasaje, y tal vez pudo sacársele mejor provecho a la ausencia y, sobre todo, depurar las ilustraciones, que parecen tener horror al vacío. Por fortuna, el desenlace nos devuelve la sonrisa y confirma el viejo refrán que dice: “Siempre hay un roto para un descosido”.
En El Dominical del diario El Comercio, 3 de julio del 2011, pp.15.